dijous, 8 d’octubre del 2009

LA MUJER Y LA PRODUCCIÓN AGRÍCOLA

Lorena Díez Burillo
Lourdes Marco Soler

INTRODUCCIÓN

El mundo rural acoge el 20% de la población mundial y ocupa un 80% del territorio (Martínez León et al.), siendo la proporción de mujeres en la producción agrícola y las actividades posteriores a las cosechas de entre el 20% y el 70%. Sin embargo, las mujeres del sector agrario forman uno de los colectivos más invisibles de la sociedad actual. No existen estadísticas fiables sobre cuántas son, dónde están y a qué se dedican y la mayoría de ellas están declaradas en las estadísticas oficiales como no activas, ya que se considera que se dedican “a sus labores”. A pesar de esto, se las califica como un grupo social significativo para el mantenimiento y pervivencia de las explotaciones familiares agrarias y de los territorios rurales. Según la FAO, las campesinas son los productores principales de los cultivos básicos de todo el mundo - el arroz, el trigo y el maíz - que proporcionan hasta el 90% de los alimentos que consumen los pobres de las zonas rurales. En la mayoría de los países en desarrollo producen entre el 60% y el 80% de los alimentos. Las mujeres trabajadoras agrícolas siembran, aplican fertilizantes y plaguicidas, recolectan y trillan las cosechas. Una vez que se ha recogido la cosecha, las mujeres aportan la mayor parte de la mano de obra necesaria para las actividades post-cosecha, responsabilizándose del almacenamiento, la manipulación, la constitución de reservas, la elaboración y la comercialización. No obstante, la mayor parte de las mujeres de las zonas rurales en todo el mundo siguen viéndose afectadas por condiciones de salud y trabajo cada vez peores, un acceso limitado a la educación y al control de los recursos naturales, falta de seguridad en el empleo y un nivel bajo de ingresos (Gómez, 2003).

En el medio rural se han producido una serie de cambios significativos a lo largo del tiempo (migración del campo a la ciudad, mecanización y modernización de las explotaciones agrícolas, envejecimiento de la población, etc.) que han propiciado que el papel de la mujer en la sociedad rural tradicional haya ido evolucionando. Muchas investigaciones coinciden en que el papel que ha ocupado tradicionalmente la mujer en la organización de la actividad económica rural ya no convence a las más jóvenes, que buscan en la industria y en los servicios locales o no locales las oportunidades de empleo que les permita salir adelante. La inserción salarizada de la mujer en el mercado de trabajo aparece como exponente básico en el mundo rural (Pablo Cervera et al.) (Figura 1). Las ramas de actividad hacia las que normalmente se encaminan son el turismo rural, la transformación artesanal de productos agroalimentarios, la calidad alimentaria, destacando la agricultura ecológica como la opción más desarrollada, la agricultura de conservación, las pequeñas industrias agroalimentarias y el servicio a las personas y de proximidad (Martínez León et al.).



Figura 1.- Empleo rural por sector de actividad. Tomado de “Gender in Agriculture. Sourcebook” de The International Bank for Reconstruction and Development / The World Bank (2009).

Las funciones que realizan las mujeres rurales se pueden clasificar en cuatro categorías:

• Función productiva: Trabajando como titulares de la explotación, asalariadas o como ayudas familiares. Este último caso genera una serie de problemas, ya que al no tener estatuto jurídico y social válido, no pueden cobrar salario, ni beneficiarse de una cobertura social apropiada, ni percibir indemnización de paro, accidente o maternidad.
• Función social. Manteniendo la unidad familiar en el entorno rural, asumiendo las responsabilidades de atención familiar.
• Función cultural. Manteniendo y asegurando, en muchos de los casos, la transmisión oral de la cultura y la conservación del patrimonio de los núcleos rurales, sin olvidar su papel indispensable en la conservación y transmisión del patrimonio gastronómico.
• Función medioambiental: Gestionando el espacio rural, manteniendo así vivo el paisaje y conservando los recursos naturales.

Aunque las mujeres están asumiendo funciones mucho más importantes en la producción de alimentos y la ordenación de los recursos naturales, la situación de la mujer en el mundo rural no está exenta aún de problemas. Por ejemplo, la presencia y participación femenina en el exterior es todavía escasa, debido a una serie de motivos, como el exceso de trabajo derivado de que a las labores agrarias se les unen las faenas domésticas, que las organizaciones agrarias son mayoritariamente masculinas en su composición y la ausencia de conciencia empresarial en la sociedad y en la propia mujer que realiza actividades agrícolas y ganaderas. Por todo ello y aunque el sector se está “feminizando”, todavía la toma de decisiones está en poder de los hombres y esta situación obliga a plantear políticas y tomar medidas que permitan hacer efectiva la igualdad de género y conseguir, de esta forma, una participación equitativa en el medio rural.

MUJER Y AGRICULTURA EN LOS PAÍSES DESARROLLADOS. CASOS DE ESTUDIO: EUROPA Y ESPAÑA

Tradicionalmente, la explotación agrícola europea es una empresa familiar que se basa en el trabajo de una pareja, donde la mujer suele ayudar a su marido en numerosas tareas cotidianas, mientras que el hombre desempeña las funciones de titular y jefe de explotación. Sin embargo, la agricultura europea no podría existir sin la presencia y el trabajo de las mujeres, ya que suponen el 37 % del total de la población activa agrícola europea y el 31 % del tiempo de trabajo registrado. Los tipos de explotación que más mujeres emplean a nivel europeo son las explotaciones de ganadería mixta herbívora, las explotaciones de policultivo, y las explotaciones especializadas hortícolas y oleícolas (Comisión Europea).

La presencia femenina en las explotaciones agrícolas europeas se ha mantenido, en media, más o menos constante a lo largo del tiempo, aunque sí que se observa una variabilidad entre países. Así en Grecia y Portugal, la agricultura es el sector donde trabajan más mujeres (Figura 2).




Figura 2.- La mano de obra permanente (mano de obra familiar y asalariada) femenina en las explotaciones agrícolas en 1997. Tomado de “La mujer en la agricultura” de la Comisión Europea (2002).

En 1997, una de cada cinco explotaciones europeas estaba dirigida por una mujer (Figura 3). En el plazo de un decenio, esta cifra sólo ha aumentado en un 1 %. Además las explotaciones agrícolas dirigidas por mujeres difieren mucho de las demás. Una explotación dirigida por una mujer tiene una dimensión económica notablemente inferior a una explotación dirigida por un hombre, aunque actualmente se aprecia una tendencia al aumento del tamaño de las mismas.


Figura 3.- Proporción de mujeres que dirigen una explotación en 1997. Tomado de “La mujer en la agricultura” de la Comisión Europea (2002).

En España la explotación familiar es también el modelo agrario predominante, siendo el porcentaje de mujeres que viven en el ámbito rural el 15% de la población total española. Viven principalmente en Galicia, Andalucía y Castilla y León, tres comunidades autónomas que reúnen el 50 % de las mujeres españolas empleadas en la agricultura (Comisión Europea).

El perfil típico de la mujer rural es el de una mujer casada de 50 años, con una media 2,3 hijos y que dedica diariamente cinco horas a actividades fuera del hogar y ocho a las tareas domésticas (Martínez León et al.). Las orientaciones técnico-económicas que concentran un mayor número de mujeres agricultoras en nuestro país son básicamente dos: por un lado, las ganaderas (en especial, las productoras de leche) de Galicia y la Cornisa cantábrica, y, en segundo lugar, las hortofrutícolas de regadío de la fachada mediterránea (Libro Blanco de la Agricultura y el Desarrollo Rural (2002)).

Con respecto a la titularidad de la tierra menos del 9% de las explotaciones están dirigidas por mujeres y son de dimensiones bastante más pequeñas que las dirigidas por hombres (Comisión Europea). Además se comprueba cómo un 71% de las explotaciones, cuyos titulares son mujeres, se ubican en zonas desfavorecidas y de montaña (Figura 4), por lo que habría que reforzar las políticas estructurales en esas zonas (Libro Blanco de la Agricultura y el Desarrollo Rural (2002)).




Figura 4.- Ubicación de las explotaciones agrarias cuyas titulares son mujeres. 1999. Tomado del Libro Blanco de la Agricultura y el Desarrollo Rural (2002).

MUJER Y AGRICULTURA EN LOS PAÍSES EN VÍAS DE DESARROLLO. CASO DE ESTUDIO: ÁFRICA SUBSAHARIANA.

En el África subsahariana las mayores diferencias entre hombres y mujeres afectan a la educación, al empleo, al acceso a las tecnologías, a los inputs y a los derechos sobre la propiedad.

Las diferencias culturales y sociales entre el hombre y la mujer han creado y crean distorsiones que ralentizan el crecimiento de las economías africanas. Algunos se verifican en el campo de los derechos de propiedad, y en particular en la posibilidad de heredar, a menudo denegada a las mujeres, en la falta de poder de control de las propiedades de las mujeres casadas o la pérdida de las propiedades de la mujer tras la muerte del marido o del padre (Weinsteiner, 2007).

La legislación nacional de estos países normalmente especifica los derechos de igualdad de acceso a la tierra para las mujeres y los hombres. En la práctica, sin embargo, no es así. La tierra es asignada casi exclusivamente a los hombres y, si el marido muere, sus parientes masculinos toman la tierra, viéndose la viuda obligada a volver a casa de sus padres a menos que acceda a casarse con uno de sus cuñados que haya tomado la tierra. El divorcio también puede dejar a una mujer sin tierra (IFAD, 1998).

Otras desigualdades se hacen patentes en el ámbito de la economía familiar, donde las diferencias de género marcan también la diferencia entre la producción de subsistencia, a cargo de las mujeres y la producción para el beneficio, llevada a cabo por los hombres. Además, las inversiones se destinan exclusivamente al desarrollo de las tecnologías que afectan a las actividades masculinas, vinculadas a la producción de beneficios. La falta de inversiones a nivel macroeconómico y a nivel familiar para apoyar el trabajo femenino, destinado al consumo interno y considerado poco relevante, puede llegar a ser perjudicial para la salud de mujeres y niños, a causa del aumento de las horas de trabajo fuera de casa. Un ejemplo de esta falta de infraestructuras, es el hecho de que muchas mujeres tienen que caminar 15 km al día para conseguir 20 litros de agua (Weinsteiner, 2007).

Las mujeres controlan la agricultura de subsistencia, pero su actividad se considera exclusivamente doméstica, y no se incluye en las estadísticas oficiales. Además del trabajo en el campo, las mujeres tienen otras ocupaciones como cuidar de la casa y de los niños, recoger leña y agua o cocinar.

La jornada de trabajo, para una mujer africana, es más larga que para el hombre. Por ejemplo en Etiopía las mujeres trabajan el doble de horas que los hombres en las estaciones agrícolas de mayor actividad, casi tres veces más que los hombres en la temporada de menor actividad (Koopman, 1997). Esto es debido a que muchos hombres han dejado la tierra para trabajar en las ciudades o países vecinos. En algunas zonas las mujeres representan a veces hasta un 80% de la población adulta rural. En estas circunstancias, las mujeres se han visto obligados a asumir tareas que tradicionalmente eran manejados por los hombres. Este predominio de las mujeres en el sector de la agricultura se conoce como la "feminización de la agricultura". Este fenómeno se ha extendido en muchos países de la región (Balakrishnan, 2005).

Por último, en lo que se refiere a los créditos, se encuentran generalmente vinculados a alguna garantía (animales, carros, instrumento de trabajo), pero al estar las mujeres más limitadas a la hora de acceder a la propiedad, también con frecuencia son excluidas del acceso a dichos créditos (Weinsteiner, 2007). Además, la obtención de un préstamo requiere por lo general visitas a la ciudad más cercana. Éste viaje puede ser de varias horas a pie. Asimismo, las mujeres presentan tasa de alfabetización más bajas que los hombres, hecho que dificulta el manejo de los aspectos burocráticos de la obtención de préstamos (IFAD, 1998).


CONCLUSIONES

• La persistencia de prejuicios sociales y las percepciones tradicionales, siguen obstaculizando el progreso de la mujer en el medio rural. Además, en los países en vías de desarrollo, se enfrentan a la pobreza, el analfabetismo (que es más acusado en mujeres que en hombres), los riesgos para la salud, el acceso inadecuado a los recursos productivos y la denegación de acceso a los mercados de los sectores rentables.
• El régimen de tenencia de la tierra es desigual, ya que en la práctica los derechos de igualdad de acceso a la tierra favorecen al hombre.
• El rol central de la mujer en el medio rural conjuga el cuidado del hogar y la producción de alimentos.
• La contribución de las mujeres a la agricultura está ampliamente subestimada, pues generalmente son consideradas trabajadoras familiares, que no reciben remuneración.
• En muchas zonas del mundo existe una creciente tendencia a lo que se ha llamado la "feminización de la agricultura". A medida que disminuye la participación de los hombres en la agricultura, el papel de la mujer en la producción agrícola se hace cada vez más dominante.
• La obtención de créditos agrícolas está muy obstaculizada para la mujer, ya que suelen estar vinculados a la posesión de la tierra.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

• Balakrishnan, R. 2005. Rural women and food security in Asia and the Pacific: Prospects and paradoxes. 105 pp.
• Comisión europea. 2002. La mujer en la agricultura. Luxemburgo: Oficina de Publicaciones Oficiales de las Comunidades Europeas. 38 pp.
• FAO. 2001. La mujer en la agricultura, medio ambiente y la producción rural. 4 pp.
• Gómez Cerda, J. 2003. Las mujeres y la agricultura. Revista Inter-Forum
• IFAD, Japan Official Development Assistance, FAO. 1998. Agricultural implements used by women farmers in Africa. 129 pp
• Koopman, J. 1997. Participación y género en la planificación del desarrollo agrícola. Problemas clave de los diez estudios de caso. 63 pp.
• Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. 2002. Libro Blanco de la Agricultura y el Desarrollo Rural. Primera parte: Aspectos Socioeconómicos. Capítulo 3: El papel de la juventud y la mujer en la agricultura y el medio rural.
• Martínez León, I.M. and De Miguel Gómez, M.D. La importancia de la mujer en el medio rural español. Área temática IV: Igualdad de oportunidades. Género. Universidad Politécnica de Cartagena. Dpto. Economía de la Empresa. Facultad de CC. Empresariales.
• Pablo Cervera, T., Pérez Segovia, R. and Vargas Llovera, M.D. Mujer, familia y mundo rural. Dos modelos para un cambio social. Área de Antropología de la Escuela Universitaria de Trabajo Social. Universidad de Alicante.
• Tsedeke Abate et al. Evaluación Internacional del Papel del Conocimiento, la Ciencia y la Tecnología en el Desarrollo Agrícola (IAASTD).
• Weinsteiner, R. 2007. África subsahariana: el papel de las mujeres en el desarrollo económico.

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